Tarde de domingo
Era
una tarde de domingo. De esas tardes de invierno en que el tiempo se estira sin
tener mucho que hacer... O mejor dicho, en la que se aplazan todas esas cosas
pendientes que sí tienes que hacer.
Ese
momento de indecisión en el que no sabía si empezar un nuevo libro, leer algún
blog pendiente, zapear buscando algo que ver, observar la colección de
películas para volver a disfrutar de alguna de ellas...
Nada
le convencía, disfrutaba de un silencio poco habitual en su vida, pero era
inquieta y necesitaba hacer algo. Se preparó un café, se acercó a la ventana y
observó la calle. Una calle más de una gran ciudad, nada especial, con apenas
trasiego de gente por el frío y porque era una tarde de domingo.
Y
de repente recordó: tenía aquellas cajas que necesitaba revisar... No recordaba
qué había en ellas.
Sara
no era de esas personas que guardan todo ordenadamente con etiquetas con el
contenido o rótulos tipo “Apuntes Universidad”. No, Sara guardaba por
necesidad, buscando nuevos huecos en armarios o estanterías y casi siempre de
forma apresurada.
Aunque
siempre tenía la sensación de que cuando cerraba una de esas cajas, con el sonido
de la cinta de embalar, cerraba un capítulo de su vida, que enterraba en algún
rincón un recuerdo o un acontecimiento único.
Se
terminó el café mientras miraba las luces de la ciudad. Llevó la taza a la
cocina y se fue en busca de una de esas cajas.
No
pesaba demasiado y eso le sorprendió, normalmente las llenaba hasta el límite.
La llevó al salón y la dejó en el suelo mientras se sentaba en el borde del
sillón.
Al
abrirla encontró recuerdos. Recuerdos de adolescente, de juventud...
Unas
bufandas, de un equipo de fútbol y otro de baloncesto, sonrió y siguió
descubriendo aquellos recuerdos.
Había
un par de carpetas con pegatinas de ídolos musicales mezcladas con otras más
reivindicativas, con mensajes escritos en el interior, de amigos, de antiguos
compañeros de clase, frases de autores conocidos e incluso algún poema.
Continuó
sacando cosas de la caja. Una caja de zapatos que contenía cajitas de
diferentes tamaños formas y materiales. Volvió a sonreír recordando aquella
costumbre que tenía de comprar cajas allá donde fuera y colocarlas todas juntas
expuestas. Hacía tanto tiempo que habían perdido su derecho a un lugar privilegiado.
También
encontró un álbum de fotos, algunas de esas fotos eran de un viaje de
estudios... “¡Qué pintas!”, pensó. Y algunas de diferentes momentos de su
adolescencia, con familia, con amigos, con algún noviete... Las estuvo mirando
un rato mientras rememoraba aquellos instantes.
Había
otra caja, esta no era de zapatos. Era una caja de florecitas rosas, suponía que,
en su momento, le debió parecer muy bonita y por eso la compró. Ahora no le
gustaba tanto. La sacó de la caja y la abrió. Había montones de postales,
felicitaciones de cumpleaños con dedicatorias de amigos y unas cuantas cartas.
Repasó los sobres y reconoció algunas letras, su amiga del alma Marta, María,
Jorge... Algunos amigos que se habían ido quedando en el olvido con el
transcurso de los años.
Y
al final del todo, la última carta, una letra que siempre reconocería, que
nunca podría olvidar...
Suspiró,
cogió un cigarro, lo encendió y con manos temblorosas abrió el sobre. Se
dispuso a leer un texto, que aunque creía olvidado, siempre recordaría:
¡Hola mi niña!
Hoy he estado paseando por la playa, no había vuelto desde que te
fuiste pero es mi último día aquí y no quería irme sin volver a pisarla, sin
pasear por aquellos lugares en los que estuvimos juntos.
Puede parecerte absurdo
pero me he enamorado de ti, sí, ¡ME HE ENAMORADO DE TI! No es un capricho, es algo
intenso, una necesidad, un deseo, una pasión, eres tú.
Me
siento un idiota escribiéndote esto y creía que no sería capaz de hacerlo. Apenas
hemos estado juntos dos semanas. La primera fue intensa, queríamos saberlo todo
el uno del otro, nos interrumpíamos, hablábamos atropelladamente, cambiábamos de
tema constantemente, nos reíamos. Pero la segunda fue maravillosa, a todo eso
se unieron los primeros besos, las primeras caricias y el deseo, la pasión y un
sexo estupendo... jajaja porqué no decirlo también.
No sé si para ti ha sido tan importante como lo
ha sido para mí. Sólo te pido que lo pienses, que lo medites, que des a nuestra
historia una oportunidad. Sé que es difícil, complicado, que miles de kilómetros
nos separan, que habría que decidir qué hacer y cómo hacerlo... Pero recuerda
que nunca sabremos si es posible si no lo intentamos.
Te
amo Sara, piensa en mí.
Miguel
Sara se quedó mirando la carta, se encendió otro cigarro mientras unas lágrimas
recorrían sus mejillas. Durante el tiempo en el que se fumaba ese cigarrillo su
mente viajó a aquel verano, tenía 22 años, muchas cosas por hacer y el miedo la
había vencido. Nunca contestó a esa carta, mejor dicho contestó muchas veces
pero siempre acababan en la papelera y Miguel nunca recibió una respuesta. Él
no insistió con ninguna carta más. Quizá fue un error, no lo sabía. Habían
pasado los años y había dos cosas de esa carta que sí se habían mantenido en su
vida: intentar las cosas para saber si eran posibles y pensar en él. Sólo que
no intentó que fuera posible con él.
Apagó
el cigarrillo, guardó cuidadosamente la carta en el sobre, lo besó y volvió a
meter todos aquellos recuerdos en la caja. La cerró con cinta de embalar y la
dejó otra vez en su sitio. Esos recuerdos volvían a estar guardados, tenían su
sitio y no era sólo aquella caja de cartón también un rincón en su corazón y en
aquellas lágrimas que recorrían sus mejillas...
Como ultima lectura antes de irme a dormir ha sido perfecta, todos tenemos recuerdos almacenados que algunos de ellos deberiamos desempolvarlos mas a menudo, e historias de las cuales siempre tendremos la incertidumbre de como hubiera salido, si hubiera funcionado y que en cierta forma nos mantiene vivos paea intentanr mejirar casa dia y no vokver a dehar pasar otra opirtunidad. Precioso texto felucidades. Un beso. @Rmarco4
ResponderEliminarPerdona por los fallos del corrector, también tiene algo de culpa el sueño que tengo. Un besico guapa.
ResponderEliminarQuizás habría que volver abrir alguna caja de esas....
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