¿Una casualidad?
Esperaba, había
decidido hacerlo sentada en una terraza mientras tomaba una Coca-Cola. Era una
cálida tarde del mes de abril. Tenía un libro entre las manos. Siempre lo hacía
cuando se sentaba sola. A veces era sólo una excusa y realmente se dedicaba a
observar a la gente a través de las gafas de sol. Pero aquel día estaba
completamente absorta en las páginas de aquel libro, le gustaba, era de esos
libros que enamoran.
Una
sombra se cruzó en su lectura, levantó la cabeza pensando que era el camarero,
pero no, no era él. El sol la deslumbraba y apenas veía una figura, sin casi
distinguir los rasgos de la cara. Parecía que esperaba, debía haber dicho algo
y ella ensimismada en el libro no lo había oído.
Lo
miró y dijo:
—Perdona, ¿querías algo?
—Sí, te preguntaba la
hora.
—¡Ah!
Sí —dijo ella y sacó el móvil del bolso que tenía en la silla de al lado—, son
las siete y media.
—Jajaja
—se rió el hombre de manera burlona.
Ella
se quitó las gafas y lo miró con cara de pocos amigos.
—Perdona, perdona, no lo
he podido evitar. Me ha hecho gracia que buscaras el móvil llevando reloj —dijo a la vez que dejaba de reír y se ponía serio.
Ella
miró su muñeca derecha y comprobó que llevaba el reloj puesto. Y entonces soltó
una carcajada. En ese momento sonó el teléfono. Era su cita. Hizo un gesto con
la mano a modo de disculpa. Descolgó, saludó y escuchó a su interlocutor, y al
final dijo:
—Nada,
tranquilo. No pasa nada. Ya quedamos otro día.
Su
voz era tranquila, como si no le importara, pero en realidad tenía un cabreo de
mil demonios, “Don Ocupado” la dejaba plantada por segunda vez.